Ángel Antonio
Herrera
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Ángel Antonio
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Herrera
Cosmoversos
07/10/2023
19:00

Biografía

Ángel Antonio Herrera (Albacete, 1964) reside y trabaja en Madrid. Es autor de los poemarios El demonio de la analogía (1984-86), En palacios de la culpa (1986-88), Te debo el olvido (1997-1998), Donde las diablas bailan bolerosLeer más

Ángel Antonio Herrera (Albacete, 1964) reside y trabaja en Madrid. Es autor de los poemarios El demonio de la analogía (1984-86), En palacios de la culpa (1986-88), Te debo el olvido (1997-1998), Donde las diablas bailan boleros (2000-2002), Los motivos del salvaje (2007-2010) y El piano del pirómano (2013), Premio de Poesía del Certamen Internacional de Poesía y Cuento Barcarola. Dos antologías reúnen su obra poética: El sur del solitario (1984-2000) y Arte de lejanías (1984-2006).

 

Acaba de publicar la obra poética reunida, (1984-2014), bajo el título Los espejos nocturnos. Ha publicado la novela Cuando fui Claudia, y la biografía Francisco Umbral, además de otros libros de diverso género. Lleva más de treinta años dedicado profesionalmente al periodismo siendo tertuliano de Onda Cero, de Antena 3 y La Sexta.  Además de estas colaboraciones en diversos programas de televisión y radio es columnista del diario ABC.

 

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  • Poemas
  • I

    Aún no sé qué hondo lobo le impide a la dicha divulgar sus gladiolos,

    qué luto de atadura no nos deja el edén de morirnos durante cada siesta,

    qué último carbón se emociona si pulso la pureza de la mácula de aquel septiembre cuando se acabó una madre que fue la mía.

     

    No sé todavía qué alacrán de secuela arde en la blancura donde los placeres desguazan el sábado. 

    Qué premio de astro pretende hasta dormirse el miedo que me divide por dentro,

    qué sitio de espada, qué cárcel de río hasta soltarme del puño de penumbra que por corazón llevo.

     

    Aún no sé qué violín de aguas agrias nos envenena el consuelo. 

  •  II

    Contra el paradero del verdugo, tengo un verano de antídoto.

     

    Ahora mismo estoy cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de agosto de mi adolescencia.

    Me creo el dueño de un cielo donde cantan todas las cosechas del color azul. Mi vida es ancha como una promesa, mi corazón suspira como un revólver. 

    Sé y no sé que respiro eternidad acaso en el último engaño de la alegría.

     

    Contra las prédicas de la rutina, está la bengala del descuido y la lógica de la selva.

     

    Yo quería lograr un poema igual que bucea un príncipe, igual que desoye la trayectoria el águila.

    Todavía voy a la espera de saber cuánto le dura al     amante una canción de desdicha, cuánto de primer astro aún gobierna en la lejanía de la noche donde no tiene timón sino la desdicha.

     

    Contra el corazón de deriva, está  el camposanto seguro y la muchacha mágica.

     

    Casi todo poema es la ponencia de un sonámbulo, la misa de una lejanía que nos alborota un mar por dentro.

    Si no fuera porque ahora mismo sigo cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de mi adolescencia, tú y yo estaríamos besándonos en medio de estos versos.

    Entonces, yo quería desempeñarme en el robo de desafíos. Entonces, y hoy, yo quería indagar en la secreta geometría del susto, hospedarme para siempre en la hemeroteca de lo que ama la primavera, y es así miniatura del futuro de la fortuna de la propia primavera.

     

    Contra el ahogo de tanto calendario, queda la autoría de la imaginación y el taller de la lluvia.

  • III

     

    En el momento de embocar este primer verso, un solitario sin lucha ya, ni consuelo, se habrá enamorado de otra muchacha que ajenamente pasa, la muerte mirará el minutero bajo una última palmera, las ojeras habrán ganado una vikinga.

     

    Mientras yo elijo la esdrújula con que tejer el siguiente desvarío, una nueva tragedia habrá matado la misma esmeralda en diversas familias, la deshora inventará el indulto entre piratas, la matemática se habrá apuntado a la orgía. 

     

    En lo que dura el recodo de la recitación de un deseo, la noche habrá visitado una república de tímpanos, el pánico habrá ocupado la autoridad de varias proas, la tormenta habrá vuelto entera al desánimo de los que cuidan quizá en vano el andamio de los antídotos del estrago.

     

    Probablemente, mientras tú apuras este poema, una vida se habrá declarado desierta, una tarde habrá debutado como lecho de lesbianas, un consulado de octubres habrá inaugurado la tentación de la tristeza.